Cuando llegan estos primeros días cálidos, hay una urgencia silenciosa que nos empuja hacia afuera. No es solo el impulso de tomar sol; es la necesidad profunda de reconectarnos con ese mundo que parecía haber quedado en pausa durante el invierno.

Caminar por la plaza sin apuro, sentir el pasto bajo los pies descalzos, elegir el banco bajo la sombra perfecta para almorzar al aire libre. Son rituales simples pero fundamentales. Momentos en los que el cuerpo recuerda lo que significa estar vivo, presente, conectado con los ciclos naturales que tantas veces ignoramos en el ajetreo diario.

Y así como nuestro cuerpo pide más luz, más aire, más movimiento, también empieza a pedirle algo distinto a la comida. Los platos calientes de invierno dan paso a una necesidad diferente: sabores más limpios, texturas más frescas, colores que reflejen esa vitalidad que despierta en nosotros.

Una ensalada mediterránea ya no es solo verduras. Es el crujido de esas hojas verdes que nos devuelven la energía, es el tomate cherry que explota de sabor, es esa combinación de ingredientes frescos que alimenta no solo el hambre, sino esas ganas renovadas de cuidarnos.

Cuando elegimos una ensalada quinoa con pollo para ese almuerzo en el parque, o cuando llevamos esa ensalada de salmón ahumado para compartir bajo los árboles, no estamos simplemente comiendo. Estamos celebrando. Celebrando que el cuerpo tiene hambre de frescura, que merecemos esos momentos de pausa al aire libre, que cuidarnos puede ser también un acto de alegría.

No es casualidad que en esta época el cuerpo pida ensaladas más coloridas, proteínas más livianas, sabores que nos conecten con la vitalidad que hay en el aire. Cada ensalada capresse lista para servir lleva consigo la promesa de que alimentarse bien no tiene por qué ser complicado. Cada Gohan de salmón preparado con cariño es la certeza de que podemos honrar esa necesidad de frescura sin renunciar al sabor auténtico de la comida casera.

Porque al final, la primavera no es solo un cambio de estación. Es una invitación a recordar que estar vivos es también saber disfrutar los momentos simples: el sol en la piel, el aire fresco, el sabor de algo preparado con cariño que nutre el cuerpo y alimenta esas ganas renovadas de vivir.

En Decasero entendemos que cada estación trae sus propias necesidades, sus propios deseos. Y creemos que cada plato casero puede ser esa pausa perfecta que nos ayuda a conectar con lo que realmente importa: estar presentes, estar vivos, estar bien.